Nunca cederé a la creatividad, no la dejaré de lado ni la guardare para cuando sea muy tarde y la extrañe dándola por olvidada.
Nunca abandonaré mi imaginación, que me ha acompañado en momentos que parecía que era mi único don.
Hoy en día Dios me dio permiso para usar la inteligencia, una intelectualidad que durante mucho tiempo de mi vida permaneció dormida, y tiempo después se disparó en el analizar, comprender, entender y evolucionar.
Desde que surge la inteligencia en un rincón inhóspito de la mente que no sabemos donde habita, dejamos de percatarnos de esa imaginación que ha llenado siempre un supuesto vacío de combatividad social, de pronto viene el ego a jurar que ahora que sé soy el que más sabe, o creerse dueño de una verdad que al parecer ahora nos pertenece… Y si, ahora nos pertenece un pedazo más de la mente que abrió sus ojos para brindarnos más visión y claridad, pero uno sin el otro, inteligencia sin creatividad, es como andar tuerto por el mundo, es una receta desabrida sin resultados deseados.
Para desear y concretar en realidad nuestros sueños necesitamos 50% de lo que conocemos, aprendemos e intelectualizamos y 50% de lo que creemos, soñamos, intuimos y co creamos.
¿Qué viene primero en la acción de concretar lo imaginado? Creo que en eso no varía si primero lo soñamos y luego pensamos, tal vez ya es un acto que se realiza simultáneamente con el deseo y con la intuición.
Con la creatividad de alguna manera hay que ir probando esa mezcla hasta que se haga la explosión que lleva las partículas a materializarse en nosotros y en una proyección, y así como diría el maestro Albert Einstein: “Somos arquitectos de nuestro propio destino” por lo que ocupamos los planos de análisis y luego todo el material de construcción.
Vamos por este destino, vamos en el camino, considerando y confiando a cada paso en la inteligencia y nuestro innato don de la co creación, que Dios nos ha prestado en pequeña dosis de su gran obra de la creación.