Resiliencia, es la palabra que me había abandonado en el medio de encrucijadas, yo por un lado y ella por otro hasta que caigo en cuenta que me ha dejado y sola he terminado para regresar a buscarla.

Una vez la he encontrado, sin miedo la he amarrado a mi mano derecha y con la izquierda voy abriendo el paso, en cada encrucijada sin pedir su opinión decido y ella me acompaña, sin ganas pero va conmigo, y esta vez no permitiré que me deje más.

Lo que quiero ser, lo que ha de ser, todo eso será y ya es dentro de mi mente. El camino del viento me hace volar en espirales, en subidas y bajadas pero sutil como una pluma nunca me he de estrellar contra un obstáculo, tan solo reposar en uno de ellos para que de nuevo pueda remontar con la brisa, y que me lleve por otro lado.

El camino del agua también me lleva en su fluir fuerte y necesario, tan fuerte que se puede terminar contra una roca o caer al final de su cauce, pero sin importar la turbulencia, el agua lleva relajado limpio y fresco aquello que necesita ser desterrado.

Los caminos de la tierra me llevan respirando, latiendo, pisando firme con los cinco sentidos a un paso que lo marca el camino interno del fuego del corazón, que me lleva ardiendo fudiendome con la tierra y el aire, el motor que arde y me hace caminar siempre hacia delante, y es el arroyo, que al igual que la resiliencia me hace refrescar la fuerza y calor del motor para seguir caminando. 

La resiliencia resiste vientos, mareas, fuego y tierra, resiste por que es mi espíritu, mi voluntad, que profundo como el deseo de amar se mantiene amarrada a mi brazo derecho, guiada por el izquierdo con el corazón, guía en los altibajos, y en toda dirección por un camino interno de eterna convicción.

Doy gracias a este día por haberme levantado, primero de un lado y luego del otro para ser consciente de los dos, luego de tres y por último de todos. Todos juntos en un camino sin notarnos, hasta que por fin nos topamos, sonreímos y seguimos caminando juntos para no caer desprevenidos por ningún barranco, con intuición y aprendizaje, compañía y solidaridad, vamos todos en cadena libres, andando, confiando que tan solo vibrando hemos de llegar de donde se partió: a nuestro Dios a nuestra casa, que nos espera con su corazón que llama al nuestro y este late como radar de vuelta a casa en este laberinto espiritual.

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