Entre la sombra de los prejuicios y el desentendimiento se esconde una posibilidad de comprensión propia, una ebullición de lo que no queremos afrontar, nos negamos a considerar como nuestro, así de esta manera únicamente contemplamos al otro con cierto desprecio por que no queremos ver ese reflejo.

Cerramos la puerta con llave y cerradura, bien sellada y clausurada completamente para que no entre la sombra de nuestro inconsciente, sin embargo esa sombra es nuestra y está adentro con nosotros no del otro lado, por lo que ahora nos vemos prisioneros compañeros de algo que no queremos.

Viene la asfixia, viene la desesperación, buscamos salir huyendo al darnos cuenta que está a nuestro lado, pero en tanto oscuridad se nos extravió la llave del candado, escarbamos las paredes para encontrar algún orificio de luz, por fin por una grieta imprevista entran los rayos que brillan con el polvo de lo guardado, observamos apenas por un orificio pero la luz nos hace cerrar el ojo, a veces con el tiempo este pedacito se vuelve a cerrar por tanta suciedad y escombro, no basta mirar y quitar la mirada, hay que observar, indagar y descubrir qué hay del otro lado para luchar sin fin hasta abrir y salir a la luz nuevamente. Es con la iluminación que desaparece la sombra de nuestro lado, pero tan solo desaparece por qué se ha disuelto con lo que nos ha iluminado, sin embargo basta la oscuridad para descubrirla permanentemente junto a nosotros.

No importa cuánto hozamos y buscamos la libertad de nosotros mismo, solo siendo nosotros mismos seremos liberados, libres de andar en luz y sombras pero siempre observando y no enjaulados, no prisioneros de nuestros propios miedos o cegados por la ilusión que ya no queda la oscuridad.

Tanto la noche como el día coexisten en la vida, y así el balance de la existencia se va de la mano con nuestra impertinencia en este mundo rotativo. Gira esta esfera de luz y sombra, es cíclica y todo vuelve a empezar, hay que hacer la paz con esta naturaleza y no decidirnos bajar solo a mirar, porque ahí en el aislamiento de lo inevitable evitamos la vida misma y la comprensión de Dios.

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